lunes, 16 de enero de 2012

Noche de insomnio.

“¿Hora? La una y media… he de dormir.” Cierro los ojos, e intento dejar la mente en blanco… pero solo lo intento, porque de forma inevitable ahi está de nuevo su sonrisa, dibujada perfectamente entre el dulce contorno de sus labios. Su pelo, agitado por una brisa que parece provenir de las oscuras e inexploradas fronteras del océano, despierta en mí grandes deseos de posesión. Casi parecía que su figura estuviese hecha para mí, y que yo hubiese sido creada únicamente para admirar su grandeza, como se admira a un Dios inalcanzable desde la penumbra de la ignorancia.
“¿Hora? Las tres y media… otra noche igual, siempre estoy pensando en lo mismo. Si sigo así, moriré de agotamiento.” Vuelvo a cerrar los ojos, pero un rostro borroso se presenta en mi mente, sin ser llamado. Su increíble soberbia lo dota de un atractivo singular, y esta vez me pierdo en sus ojos, esas dos estrellas azuladas que llaman a mi cuerpo con imperceptibles voces. Me derrito, no puedo soportarlo. Necesito su cuerpo, como un insecto necesita la luz.
“No puede ser… las cinco. A dormir, ahora sí.” Empiezo a pensar en mi familia, en el instituto, en la música… y cuando mis cavilaciones se vuelven por fin confusas, cuando el sueño empieza a abatirme, pierdo el centro de mi ser y caigo en lo mismo de siempre. Escenas que se superponen y que me llevan hasta una playa caribeña o hasta una cabaña donde el sol broncea cálidamente tras la ventana. Imágenes, por supuesto, en las que no estoy sola. Aparece junto a mí la sonrisa más bonita del mundo y la mejor persona a la que jamás creí conocer.
“Las seis y media. Ya no creo que pueda descansar nada.” Ahora vienen a mí sus palabras, una veintena de conversaciones amistosas que han vagado por mi cabeza durante horas y que he estado analizando durante días, con la esperanza de encontrar algún indicio de su amor por mí. Un intento en vano, para mi infortunio. Recuerdo dulces frases de afecto y metódicos cumplidos, frases de amigos. Recuerdo declaraciones de amor que… no eran para mí.
Es hora de ir a clase. He pasado otra noche en vela y estoy segura de que, lamentablemente, no será la última…

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