domingo, 15 de enero de 2012

Cruda realidad.

Hay ocasiones en las que, al despertarme, siento una fuerte opresión en el pecho. En esos instantes, es como si estuviera sucumbiendo bajo viles y ansiosos deseos de mi subconsciente. El corazón me palpita sin que yo pueda dominarlo y se me corta la respiración por un momento.
Pues, desde hace poco, siento eso todos los días… simplemente no puedo evitarlo. Una mirada, o una simple palabra suya, me oprimen el pecho como tajantes muros. El mundo se detiene por un momento mientras yo contemplo, expectante, sus labios. Un dulce lamento solloza aletargado en mi interior y es entonces cuando mis manos se vuelven débiles, y mis rodillas flaquean como movidas por una fuerza oculta al ojo humano.

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