miércoles, 14 de septiembre de 2011

Siempre arriba.

Y no, yo no odio a los hombres, tampoco a las mujeres, simplemente pertenezco a un colectivo que dista de la única diferencia que tiene esta sociedad entre los géneros. Nosotras putas y ellos unos cabronazos. Como si eso hubiese que asumirlo sin levantar la cabeza, sin replicar. No me da la gana asumir que si estoy con un tío que me ha devuelto la sonrisa tengo que ser una zorra, y no me da la gana asumir que si el novio de mi amiga la ha dejado porque es una histérica que lleva dos meses sin entonar un te quiero, a favor de otra que deje de pensar en sí misma y sepa amar a los demás, tenga que ser un cabronazo. No me da la gana asumir ciertas cosas sólo porque la muchedumbre esté acostumbrada a eso. Por lo demás, y sé que tu cuestionario venía por ahí no, no necesito a nadie que me diga lo guapa que estoy cuando llevo tres días sin dormir, ni necesito cenas carísimas, ni anillos, ni deambular en una hipoteca. Me aterran ese tipo de rutinas, adoro la fugacidad del momento. Cuando un desconocido te llena por dentro, de frases, de sonrisas, de miradas, de vida. Y si tengo que volver a caer cien veces más porque me agobio tanto que necesito huír o si alguno de ellos tiene que salir corriendo porque le aterro lo haré, caeré y lloraré, me enfadaré. Pero siempre volveré arriba, a reinventarme para poder volver a empezar, engañándome o no, a excitarme con todas las pequeñas cosas que hacen que la vida cobre sentido.

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